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Jesús Cienfuegos García, socio de la cadena de restaurantes xalapeaña "Asadero Cien" cuenta en esta entrevista desde su formación como profesionista, una anécdota que marcó sus primeros años en el establecimiento, así como un poco de lo que es su trabajo día a día como administrador de una de las empresas mas importantes y reconocidas no solo de la ciudad, sino también del estado. 

-Cuéntanos un poco sobre ti

Jesús Cienfuegos García, tengo 58 años. Nací en febrero del 67, estudié ingeniería en sistemas computacionales en el Tec de Monterrey. Después de estudiar, trabajé cuatro años y medio para PepsiCo de México, me tocó estar en México, Puebla, Oaxaca, Campeche, Cancún, Mérida. Después de esos cuatro años y medio, me vine para acá (Xalapa) a iniciar el proyecto de Asadero Cien, y ahí estoy desde 1995 hasta, gracias a Dios, el día de hoy.

- ¿Cómo comenzó este proyecto?

Fue fortuito. Mi hermano Manuel se casa y mi papá le dice: “hijo, casa y comida no te va a faltar, pero no hay más” porque el negocio de la familia, que es el café, en aquel tiempo estaba quebradísimo. Entonces en una de esas se va a comprar unos tacos en 20 de noviembre, encuentra ahí al dueño de la taquería, le platica sus penas, y el dueño de la taquería le dice: “pues, te vendo este changarro”.

Y se lo vendió, casi se lo regaló, entonces, Manuel empieza a trabajar ahí. A esto me dice: “quiero poner uno más grande para que me deje más dinero”. Le digo: “¿qué esperas?”, me dice: “pues un socio, ¿cómo ves?”. Y pues yo estaba soltero, sin compromisos, 27 años, no tenía yo mayor problema. Le dije: “pues va, déjame renuncio y vengo para acá”.

 

- ¿Cómo fue todo el proceso de pasar la taquería a Maestros Veracruzanos?

Simplemente fuimos viendo opciones que había y las fuimos descartando. Entonces, pues, andábamos viendo y en eso salió el terreno de aquí de Maestros Veracruzanos. Le vimos un letrero de se vende y lo empezamos a negociar, y en cuatro meses lo compramos. En todo esto nos ayudó mi papá.

El terreno estaba vacío, no había nada. Nosotros llegamos, lo limpiamos, acondicionamos, con más ganas que conocimiento, porque de veras de operar un restaurante no teníamos ni idea.

 

- ¿Cuál ha sido la similitud entre la carrera que estudiaste y el tiempo que estuviste en PepsiCo con lo que estás haciendo ahora aquí?

Hombre, operativamente ninguna, nada que ver. Pero igual me pasó, estudié ingeniería en sistemas y yo en PepsiCo trabajé en ventas. Pero lo que sí aprendes desde un principio es que, pues, tienes que hacer las cosas, tienes que ser ordenado, tienes que cumplir con ciertos proyectos, con las cosas que te mandan. Y eso era lo mismo en la universidad, en Pepsi, y aquí.

Lo que pasa es que en Pepsi estaban todos los procedimientos armados. Aquí, pues, no había nada, todo desde cero. O sea, teníamos idea de cómo hacer tortillas de harina, de maíz normal, asar dos, tres carnes. Pero ya pensar en el restaurante, en la compra, en listas de cómo pagar, en nóminas, cero. No teníamos ni idea.

 

- ¿En qué momento empezaron a decir: “esto ya está creciendo mucho”? ¿Cómo empezar a buscar contratar a personas que se encargaran de todas estas partes como más administrativas y burocráticas?

Eso tardó muchísimo tiempo. Del 96 al 2003 abrimos Tejar y las dos cabezas del restaurante, Manuel en Tejar y yo maestros veracruzanos. Eso era inamovible, vaya.

O sea, tenías la gente que te apoyaba, ¿no? Y trabajamos mucho y buscamos en armar un equipo, pero la cabeza éramos nosotros. Nosotros teníamos la llave, abríamos y cerrábamos, era básicamente una esclavitud.

Los primeros años fueron muy, muy desgastantes. Ya con la cuarta sucursal, con Teatro, ya pusimos un gerente externo. Pero vaya, fueron, no sé, 7, 8 años después.

 

- ¿Cómo se ha ido transformando tu rol dentro del restaurante?

Como pasa con todas las organizaciones, empieza a crecer la complejidad. Entonces, andábamos Manuel y yo, cuando abrimos la quinta unidad, brincando por todos lados. De repente era un desorden que yo decía una cosa, llegaba Manuel y decía otra.

Entonces, de ahí llegamos a que un momento dijimos: “Esto lo vamos a hacer dos, un monstruo de dos cabezas. Yo voy a ver toda la parte de finanzas, administración, nómina y contabilidad; y tú ves mercado y desarrollo de nuevos negocios y demás”. Eso lo hicimos hace un poquito más de diez años y la verdad nos ha funcionado muy bien.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

- ¿Cómo es su relación como hermanos?

Manuel y yo nos hemos agarrado de la greña desde que tenemos uso de razón, somos muy diferentes. Pero al final del camino, los dos tenemos claro hacia dónde queremos ir, qué queremos hacer. Y que lo más importante es que la organización se mantenga y siga adelante.

Difícil si es tener socios, pues es muy complicado, pero si lo logras hacer, si tienes el fin y objetivo bien definido, pues por el contrario de la bronca, es enriquecedor y entre los dos empujamos y jalamos a la carreta.

 

- ¿Cómo ha sido tratar de mantener la calidad tanto de servicio como de alimentos con el incremento de precios que ha habido a lo largo del tiempo?

Nosotros, desde que arrancamos, nuestras bases eran dar un buen producto a una buena cantidad. Nosotros empezamos así y hasta la fecha seguimos así. La calidad y la cantidad para nosotros es no negociable.

No vamos a comprar carne más barata por muy cara que esté. No vamos a hacer el taquito más chiquito por muy cara que esté. Que subas un precio, nuestros clientes te lo perdonan, dicen: “híjoles, pero mira el taco, está igual” o “mira la arrachera, está del mismo tamaño.”

El mantener la calidad igual en tanto negocio sí ha sido, y esa sobre todo es la labor de mi hermano, una labor titánica. Por ejemplo, ahora ya tenemos una cocina central, se

empacan en bolsas al vacío y se distribuyen. Entonces, tú te comes un frijol charro aquí y te comes uno en Veracruz, igualito, te puedes comer de la misma olla en los dos lugares.

 

- Entonces dirías que orden, trabajo y disciplina son como las bases. Sí, básico ¿Tienes alguna otra ahorita en mente que digas, esta también es indispensable?

Es que esas tres son fundamentales. Y ni para quitarle una o ponerle otra. O sea, tú ves, por ejemplo, los grandes estos que han salido, que tienen negocios de multimillonarios, es gente que luchó, que trabajó, que creía en algo y que le pedaleó. Hasta que de repente lograron e hicieron auténticos emporios.

Cuando arranqué, mi jornada de medio día era de ocho horas. El día completo eran dieciséis. Salía yo del changarro, llegaba a mi cama y otra vez, vámonos. Entonces eso, trabajo, la disciplina y muchísimo orden.

 

- ¿Cuáles crees que han sido los aprendizajes más importantes que has sido recopilando a lo largo de estos años?

Es que no, no te puedo decir uno, pero te voy a contar una historia rapidísima. Estábamos arrancando, y estaba un chilango, un capitalino ahí sentado, yo andaba, corre y corre, ese día me tocó comedor, y veía a aquel otro que me veía, y me veía. Ya cuando baja la chamba, ya estoy más tranquilo, me habla el señor: “¿tienes un minuto?”.

Digo: “¿en qué le puedo servir?”. Dice” oye, pedí un queso asado con nopales y una orden de chorizo que me tardaron 20 minutos”. Me enseña el menú, me lo pone enfrente y me dice: “lo tienes en entradas, perdóname, pero la entrada es así, de volada, está enseguida. No me puedes tardar una entrada 20 minutos, eso está mal.”

O sea, descubrió el agua tibia, nosotros no lo habíamos pensado así. Al día siguiente nos pusimos a ver cómo lo hacíamos. Entonces, tan importante puede ser eso, como todo lo que yo te quiera complicar ahorita. Es un recorrer, es un cúmulo de pequeñas cosas con la que tú vas construyendo lo que hay hoy. Yo de este señor no tienes idea lo que me acuerdo.

 

- ¿Cómo fue la decisión de expandirse fuera de la ciudad?

Pues era el paso obligado. O sea, todos los que teníamos negocios en Jalapa enseguida volteamos a ver a Veracruz. Y eso algo siempre se había platicado. Y ya el brinco, bueno, fue cuando nos invitaron a la Plaza El Dorado.

 

- ¿Qué crees que sea lo que sigue para el Asadero Cien?

El futuro ya está con nosotros y ya son los que tienen que pegar el siguiente brinco. Mi sobrina, la mayor, ya tiene 27 años; la que sigue tiene 25. El otro sobrino tiene 21, 22, y mi hija 19. O sea, los que siguen son ellos.

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Orden, trabajo y disciplina: los cimientos de Asadero Cien

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